“¿De quién o de qué depende esta máquina para tener esta fuerza que la mueve?”
Un fuerza con la que todo este preciso trabajo, en movimiento continuo, tranquila, heroicamente, y con infinita precisión, transportando y repartiendo sus elementos bien preparados a cada una de las estaciones donde la construcción debe recibir y unirse sin queja alguna con la siguiente fuerza motriz; cuya función es el mantenimiento de todos los vasos, canales y vías para el transporte de todas las sustancias, limpias y purificadas gracias a los poderes de renovación de los fluidos que circulan con libertad que alisan, lubrican y reciben el agua que proviene de los grandes sistemas de acueductos que conocemos como los linfáticos, que vienen de los huesos, nervios, vasos sanguíneos, estómago, intestinos, corazón, hígado, riñones y cada principio conocidos o vaso que contiene alguno de los sabiamente preparados fluidos vitales, desde el átomo de la concepción hasta el niño formado en el momento de nacer, el joven, hombre, mujer, animales de la tierra, aves del aire, peces del mar, la tierra misma, y todas las estrellas y mundos, y los ángeles que revolotean alrededor del “trono”. Todo ha de tener, y no puede funcionar sin la mayor fuerza conocida (electricidad), que somete a las autoridades voluntarias e involuntarias de la vida y la mente, gracias a las cuales los mundos reciben el impulso y los seres se mueven.
A.T STILL
"Autobiografía" (1908) Cap.XV