“A la hora de discutir esta nueva forma de tratar las enfermedades, que para distinguirla, he llamado “Osteopatía”, no quiero que la gente se reprima en sus críticas hacia ella. Solo pido al lector que lea lo que he escrito. Ves donde te dirijo; piensa en lo que te propongo que pienses; apunta el error y quédate con lo bueno.
Esto está escrito para las futuras generaciones, no solo para las de ahora. Los hombres y mujeres todavía no nacidos serán los miembros del jurado. El veredicto dictado por la sabiduría del tiempo vale mucho mas que mi consentimiento en este momento de mi vida, y ocupar el lugar del autor".
Andrew Taylor Still
"Un Osteópata es solo un ingeniero del cuerpo humano,
que debería entender todas las leyes que rigen su máquina,
y controlar así su enfermedad".
Andrew Taylor Still
“… echando una vista atrás a mis años de juventud, cuando mi padre nos mandaba a mi hermano mayor Steve y a mi, ir a escarbar para coger las patatas del jardín. Escarbábamos para cogerlas como hacíamos siempre. Papa miraba la tierra la mañana siguiente y nos decía, “chicos, ir y seguir escarbando”. Nos enviaba a escarbar tres veces más, y cada vez encontrábamos un generoso suministro extra de patatas, incluidas pequeñas semillas y patatas pequeñas. Gracias a esa experiencia de juventud, me di cuenta de que vale la pena escarbar, aunque haya que hacerlo de manera original”.
"...años más tarde comencé a escarbar en la ciencia de la osteopatía del Dr. Andrew Taylor Still. En ese intenso estudio encontré muchas pequeñas cosas, a las que el Doctor solía referirse como las grandes cosas en su filosofía. Esto me hizo acordarme de lo importante de eran esas pequeñas semillas en los campos de patatas”.
W.G Sutherland.
"with thinking fingers". pag. 4
El siglo diecinueve triunfó sobre la esclavitud. ¿Pero quien aprecia la verdadera libertad? Parece que solo hay un hombre sabio entre noventa y nueve tontos. Cuando traté de explicar que el cerebro actuaba como una batería, pensaban que esos secretos eran de Dios, y me reprocharon que desobedeciera las enseñanzas de mi padre, que durante toda su vida, había sido un buen médico, usando píldoras, purgantes, cataplasmas, y todo tipo de venenos, y todos los venenos que le habían enseñado que eran esenciales para curar la enfermedad. Él vivió arrimándose al mejor fuego que tenía, pero ese fuego tan caliente y vivo nos ha separado de la inteligencia de Dios, mucho más que los antiguos métodos dudosos de trabajo. Espero poder ofrecer mi vida al estudio de esas máquinas, esas combinaciones de mente y materia, y siempre que encuentre una nueva verdad lo diré en voz alta al mundo. Quiero que cuando un investigador mire mis escritos y pregunte de dónde se basan las páginas de la Osteopatía, la respuesta sea, “en la Verdad”. “Se fundamentan en las verdades del Arquitecto del universo.”
Me han dicho: “¿No temes perder tu alma yendo detrás de esta nueva idea, esta extraña filosofía?”
No tengo miedo en seguir una ley hecha por Dios, y que ésta me aleje de Él. Cada paso que se avanza en la Osteopatía conlleva a una mayor adoración al divino Gobernador del universo. No quiero volver a Dios con menos conocimiento que cuando nací. Quiero que mis pisadas queden impresas en el campo de la razón. No deseo ser un gato, que camina tan sigilosamente que nunca crea problemas. Quiero, que mis pisadas puedan verse claramente por todos los lectores. Quiero ser yo mismo, no “ellos”, no “tu”, ni “Washington”, sino yo mismo; bien labrado y cultivado. Espero poder seguir buscando en la construcción de esta máquina donde encuentro tantas cosas interesantes—en el cerebro del hombre, en sus dos lóbulos, su cerebelo, la médula oblonga, la médula espinal, ramificaciones nerviosas, que completan toda la maquinaria que controla la telegrafía de la vida.
A.T Still
Autobiografía 1908. Cap. XXI
Te he dado razones por las pensaba que estaba justificado testar la habilidad de Dios como médico, y he de proceder con prudencia con mi obligación. El cómo llevarlo a cabo era la cuestión que absorbía mi mente. Finalmente llegué a la conclusión que lo haría como un carpintero, cuando conoce todos los materiales con los que va a trabajar y quiere cubrir una casa vieja con tablas nuevas. Si quita todas las maderas de golpe, se expone a que la lluvia o el granizo, o lo que sea entre en la casa. Un sabio carpintero quitaría primero unas pocas, y cubriría la parte descubierta antes de proseguir.
Sabía que no tenía que quitar todas las tablas de la esperanza (medicina) del enfermo todas de golpe. Sentía que algo así con lo que sabía de la causa y el efecto sería una calamidad. Me encontré con un caso de disentería y como un terapeuta, y familiarizado con remedios para tal enfermedad, me llegaban preguntas del tipo: ¿Cuál era el remedio de Dios? ¿Tiene Dios una farmacia? ¿Utiliza los sedantes para la disentería?¿Usa sustancias para hacer sudar como la de Dover o otras? ¿Usa astringentes? ¿Usa alcohol en alguna de sus formas para el cansancio, y si lo hace, para qué lo usa? ¿Y por qué algunos se curan y otros no con el mismo remedio? ¿Nuestro paciente muerto hubiera vivido si no le hubiéramos dado drogas? ¿En estado de convalecencia puede resistir la enfermedad y las drogas juntas? Puede que tu puedas contestar a estas preguntas. Yo no. Uno muere, el otro vive, y eso es todo lo que se al respecto; y mi amigo el concejal siente lo mismo y dice, “no lo sé”.
Cuando todos los remedios parecía que fracasaban en mi primer caso de disentería, sentía que había hecho lo que debía y no me arrepentiría de nada en caso de muerte. Mi consejo estaba de acuerdo conmigo y este caso estaba a punto de morir. Sin ninguna orden ni libro de texto con el que guiarme, mi conclusión fue quitar una teja de la médula espinal y ver si podría reemplazarla por otra mejor. Para mi gran sorpresa vi que la disentería se detenía de golpe. Que la nueva teja contenía todo el opio, whisky, y quinina que Dios pensó que era necesario para curar la disentería. Ese cortecito quitó el dolor, la fiebre, y detuvo la diarrea intestinal y mi fe en las drogas fue puesta en duda ante cualquier situación.
A.T Still
"Autobiografía (1908) Cap. XV.