En la habitación de un hotel en Des Moines, Iowa, en un día de octubre de 1947, seis hombres, atentos y críticos, escuchan las palabras de un viejo hombre, su compañero de profesión osteopática. En una cama yace un joven, de ojos negros e inflamados, su rostro seriamente magullado. Su condición, que había sido explicada anteriormente, son las secuelas de un hecho que ocurrió durante una cacería en la que había sido derribado en un momento desprevenido por el golpe de un compañero enfadado. Los Rayos X, no muestran fractura alguna. Un diagnóstico craneal es llevado acabo sobre él. Una técnica para ayudarlo y lo importante es esquematizado por el viejo hombre que dice, “las implicaciones craneales aquí son serias y no tenemos esperanzas de un milagro, pero el procedimiento técnico por el que me decanto es anatómicamente convincente, y ofrece algo de forma específica. Conoces tu anatomía craneal. Cuando pones tus dedos en la cabeza de un muchacho ellos deben pensar, sentir, observar y conocer la imagen anatómica que esta debajo de ellos. No te alejes de esa imagen ni por un instante”. Esos hombres conocían al chico. Su terapeuta y padre estaba presente en la sala. Ellos le conocían como un atractivo y encantador joven con unas facciones simétricas y con una cabeza simétrica. Pero este día, como consecuencia de la fuerza y el sentido del golpe que había recibido, sus facciones estaban totalmente desalineadas. Los dos lados de su cara no son semejantes. Su boca ha sido desplazada hacia arriba en un lado y sus ojos no están en su nivel normal; manifestaciones externas del golpe son resultado de tensiones craneales serias en su interior.
Estos terapeutas osteópatas, que han sido enseñados especialmente por el viejo hombre en un nuevo abordaje a la anatomía y la fisiología del cráneo, pueden mirar por debajo de esas significativas indicaciones superficiales con una percepción analítica y visualizar las tensiones anormales, distorsiones y restricciones, que han sido impuestas sobre todo el conjunto de la estructura craneal. La excesiva tensión sobre las membranas y sus inserciones, la indebida tensión sobre sus ligamentos, el freno impuesto sobre el movimiento normal de los mecanismos articulares craneales. Y la consecuente interferencia en la circulación del líquido cefalorraquídeo, la resultante alteración de los trazos craneales…estos, y otros detalles anatomofisiológicos estaban en la imagen mental al tiempo que eran conscientes del desafío al que se enfrentaban. A pesar de eso, se sentían animados al darse cuenta que gracias a la dinámica contribución de este viejo hombre a su profesión, poseían una forma herramienta terapéutica, el abordaje craneal de la osteopatía, con el cual podían enfrentarse a dicho desafío. Señalando a uno de los componentes del grupo que dirigía, “ven a este lado de la camilla, y tú”, dirigiéndose a otro miembro, “ponte en el lado contrario”. Vais a hacer una técnica con varios terapeutas, que os explicaré brevemente”. Mientras eran dirigidos y se situaban en las zonas específicas con los dedos sensitivos y pensativos, de las zonas de la cara desfigurada del joven, comenzaban la suave aplicación de la técnica que se había explicado, un intenso silencio, absorbía la habitación. Mientras un terapeuta con mucho cuidado realizaba una técnica para elevar el lado izquierdo del frontal y el esfenoides, el terapeuta del lado contrario aplicaba de forma equivalente una suave y perceptible presión cerca de la sutura lamboidea en el lado derecho de la cara del chico, con el objetivo de dirigir el nutriente líquido cefalorraquídeo hacia la zona del hueso frontal izquierdo, que estaba al mismo tiempo, siendo elevado. Este esfuerzo técnico combinado, en acorde con la comprensión de lo que debería ocurrir, iniciaría el primer paso para liberar las tensiones membranosas craneales que habían sido impuestas sobre el cráneo por la fuerza del golpe. Sabían que esto, a su debido tiempo, restauraría el equilibrio de la estructura, permitiría a los fluidos corporales circular con normalidad, y devolvería la función fisiológica correcta. Mientras la técnica era aplicada, la voz del viejo hombre de cuando en cuando, rompía el silencio indicando en todo momento, “suave, suave, no forcéis nada, recuerda que el fluido esta trabajando a tu favor”. De repente, y sin esperarlo, la voz del chico interrumpía. Cansado, pero indudablemente relajado, él suspiraba con un suspiro adormecido, algo se movió justo cuando.. como si algo se hubiera relajado en el interior del cráneo… como si el golpe se hubiera ido … se siente mejor. Yo estaba asustada… pensaba que me había vuelto loca. Inmediatamente, antes de decir esto, un movimiento en los huesos de la cara ,sobre los que se estaba aplicando la técnica, se produjo. Aunque tan minúsculo, que era casi imperceptible, pero que no se escapó de la atención de los que estaban observando. Esto era, y lo sabían, un muestra externa de la liberación interna de la que habló el chico. Pero algo más convincente y corroborador fue la mejoría notable que se pudo observar en la simetría facial, contorno y la expresión, evidencias para ellos , que el proceso de liberación interna en el cráneo se había iniciado y que las fuerzas curativas ahora podían aportar sus servicios para la reparación. Una recuperación que evitaría la posible, la verdadera amenaza de un crónico deterioro mental y físico, que por un momento, había existido. La verdad, es que los resultados en esta ocasión fueron anormales en lo que se refiere a rapidez y alcance. Tanto, que el grupo estaba de acuerdo en que simplemente habían participado en una demostración superficial de lo que su orientador, a menudo denominaba “una CIRUGÍA NO INVASIVA”. Treinta extraños años de solitaria investigación craneal, de descubrimientos, y de deducciones de este viejo hombre, y que aportó el conocimiento necesario para que la liberación se llevara a cabo en el chico destrozado de la camilla, de una forma que en su momento parecería inexplicable. Treinta extraños años durante los que fantásticos descubrimientos, desafíos frustrantes, análisis inteligentes y razonamientos científicos que habían sido soportados con una gran paciencia y fe, para configurar y consolidar una base para el hombre que fue el responsable de ello- William Garner Sutherland, D.O. Es una historia que ha de ser contada. De cómo, sin ninguna intención o plan preconcebido, él se encontró a si mismo, y que nunca superó su sorpresa; dedicando la mayor parte de sus años de profesional a la investigación sobre el cráneo; a sus influencias fisiológicas sobre todo el cuerpo, en la salud y en la enfermedad. Al fenómeno que surgió de todo esto, tan increíble que incluso a él le costó aceptarlo. Y aún así, llego el momento en el que estuvo totalmente convencido. Y como la motivación le mantuvo para poder escarbar, escarbar, profundizar cada vez más para llegar a las causas de raíz de la enfermedad, absorbido, impresionado y muchas veces atemorizado a medida que la nueva luz se mostraba a pesar de las condiciones que en muchas ocasiones habían sido frustrantes a través de los años. Síntomas nasales, por ejemplo, migrañas, patologías oculares, epilepsia, retraso mental, sobretodo en niños y recién nacidos. Y mucho más a medida que avanzaba su historia. Y todo esto consecuencia de lo que le ocurrió durante su último año en la American School of Osteopathy en Kirksville, Missouri, en 1899, su actividad de investigación sin precedentes, que acabó en una realidad. Su desarrollo durante años que vino seguido de una dura disciplina y sacrificios personales, y esfuerzos físicos, tiempo, y resultados materiales. De todas esas cosas, de las que él parecía no darse cuenta. Esas, que por lo visto, son la naturaleza de su trabajo y dedicación.
texto sacado y traducido de la biografía ,
"with thinking fingers",
del padre del concepto craneal en la osteopatía,
W.G Sutherland.