Las palabras “no tocar”, no fueron escritas para el osteópata. Dios, le dio las herramientas con las que sentir, permitiéndole tocar, en lugar de prohibírselo. Pero en primer lugar, le enseñó cómo sentir. Su trabajo profesional es en un grado muy elevado una tarea con sus dedos, intentando buscar con ellos todas esas causas dentro de los tejidos del cuerpo, algo tan complicado como buscar una aguja en un pajar, para ello son necesarios además, unos dedos que contengan células cerebrales dentro de ellos. Dedos sabios capaces de sentir, de pensar y de observar. De este modo, el osteópata primero educa sus dedos para poder ser sensitivos, observadores y pensadores. Unos dedos capaces de descodificar las señales que envían los tejidos del cuerpo a lo largo de la médula espinal. Solo unos dedos así, son capaces de llegar a recibir el mensaje del diagnóstico. Los dedos del osteópata actúan como detectives, habilidosos en el arte de encontrar todo aquello que está escondido. El simple hecho de deslizar los dedos arriba y abajo, no es entrar en contacto con las cosas ocultas, ni es la forma más propensa de adquirir un toque y sensibilidad osteopática.
Los dedos del osteópata deberían relajarse en la zona que están tocando, penetrar profundamente para así poder llegar a las cosas que de verdad importan. El hecho de residir en una ciudad durante uno o dos días, nos ofrece la oportunidad de hacer amistad con la gente que de la zona, algo que no es posible si pasamos rápidamente con el coche. Así es el sentido del tacto, los dedos deberían tomarse su tiempo, descansar firme, gentil y profundamente en las articulaciones, músculos, ligamentos, por todas partes, y de este modo crear una amistad con la gente de esa “ciudad”. La gente de esta ciudad de la columna vertebral estaría así predispuesta a informar a nuestros dedos de cosas de importancia que ocurren allí. Los dedos no solo sienten mientras diagnostican ,sino mientras, tratan también, y mientras lo hacen, siguen a sus sensaciones, pensamientos y a sus observaciones.
La técnica osteopática está gobernada por una aplicación inteligente del sentido del tacto. La técnica osteopática no puede ser aprendida con una simple observación, pues los ojos no pueden sentir el tacto de las cosas. Los dedos pensantes, sensitivos y observadores deben ser usados para observar cómo se mueve el tejido lesionado, cuando lo hace y los cambios que se producen en él después del tratamiento. Para aprender este arte, es necesario colocar nuestros dedos junto a los de nuestro maestro, para que nos enseñe cómo y cuando tocar, y cómo notar los cambios producidos. La técnica osteopática incluye un elaborado sentido del tacto y debería ser aplicada inteligentemente tanto durante el diagnóstico como durante el tratamiento.
“Contribuciones al pensamiento”
W. G Sutherland D.O